Si pudiésemos escuchar las conversaciones entre padres, madres y sus hijos, luego de recibir una nota de la escuela, posiblemente se repetiría una y otra vez, como los primeros tratan de convencer a los pequeños que si se portan bien y se esfuerzan en mejorar su conducta y sus estudios, lograrán algo que, falsamente sueñan, "no cometer errores".
Como resultado de ello, los niños y niñas, a medida que van creciendo ven su vida convertirse en una experiencia controlada por reglas de todo tipo, liderada por la señora “cautela”, ya que para evitar situaciones en las que puedan fallar o fracasar, vemos a niños que rechazan participar en actividades con sus compañeros de clase, vecinos o amigos; o a padres que disculpan a sus hijos, cuando se equivocan, proyectando la culpa en otros niños y evitando situaciones que creen, puedan ser conflictivas o difíciles de resolver, en lugar de preparar a sus hijos para enfrentarse a ellas.
Sin embargo, su temor, no es nuevo, ni único de los nuevos padres y madres. ¿Quién no se ha paralizado en algún momento, cuando quebró la taza preferida de mamá o se ensució su camisa blanca tras dejar caer una helado de chocolate encima mientras se comía un cono al salir de la iglesia?, cuando en realidad esas mariposas en el estómago o las manos frías, son parte de la vida!
Los errores no se pueden eliminar de la vida de nuestros hijos e hijas, ni envolverlos en una burbuja para evitar que se lastimen.
El fracaso no tiene por qué ser siempre una experiencia desagradable, al contrario, ellos encierran lecciones valiosas que aprender y cuando les arrebatamos esta posibilidad a nuestros hijos e hijas, en su lugar estamos retrasando su desarrollo emocional y social, disminuyendo su seguridad en sí mismos, y tolerancia a las frustraciones; cayendo en una sobreprotección, en lugar de ayudarlos a independizarse, precisamente por temor al qué pasará si llega a equivocarse.
No obstante, nadie ha dicho que ayudarlos a extraer herramientas de vida a partir de sus errores, sea un proceso sencillo, pero cada paso que avancemos será invaluable y cuando en un par de años, veamos a nuestros niños, ahora adolescentes o adultos, decirnos tranquilamente, “tranquila mamá, yo puedo hacerlo solo”, tendremos la confirmación de que lo han logrado y a lo largo del camino, recogieron las herramientas necesarias para no ceder a su orgullo o a su miedo, sino para convertirse en auténticos vencedores, que empezaron a formarse, en el momento que tras caerse cuando corrían, se limpiaron las rodillas del polvo o piedrillas y tras asegurase que estaban enteros, salieron corriendo de nuevo.
Licda. Ma. Gabriela Campos S.
Psicóloga Educativa | Mentes Creativas
Correo. mentescreativas@racsa.co.cr
Algunas recomendaciones a seguir:
- Ejemplo ante todo, es muy importante que los niños y las niñas perciban que sus padres no son perfectos, que cometen errores todos los días, igual que ellos, así no sentirán la presión de no defraudarlos.
- No ocultar los errores cometidos, los errores pueden convertirse en situaciones de juego y risas, por ejemplo, si dibujamos una casa, podemos hacer un par de líneas equivocadas para que los pequeños vean absolutamente normal, el hecho de no lograr la perfección la primera vez que se intenta.
- Cada esfuerzo es igual a una conquista, sin caer en el exceso de felicitarlos por cada cosa que hagan.
- Error, error, error…, hacer evidente cada falta cometida puede causar ansiedad, disminuir la creatividad y perder la espontaneidad de la actividad.
- Reírse con y de los errores, ayudará al niño a relajarse, facilitando el que pueda entender que no siempre son observados o juzgados.
- Aprender a ganar, pero también perder, una victoria fácil no será disfrutada igual que una reñida derrota tras cuyo esfuerzo sentirse orgulloso.
- Mis expectativas, sus expectativas, muchos padres y madres proyectan sus propias expectativas en sus hijos e hijas, anulando las de los pequeños, frustrándolos aún más.
- Comparaciones… jamás!, las comparaciones ocasionan una doble frustración, por un lado el desengaño personal por fallar y por el otro, molestia por estar debajo de mi hermano o amigo.
- El adulto es usted, si bien debe existir un respeto y apoyo mutuo, ellos no deben asumir responsabilidades que no les corresponden, en su lugar, merecen que se les reconozca sus sentimientos sin criticarlos, escuchar no implica tener que dar una opinión o resolver los problemas de los demás.
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